MANIFIESTO POR UNA IBIZA DIGNA Y SOSTENIBLE
Desde los inicios de su historia, Ibiza estuvo familiarizada con culturas y pueblos de orígenes diferentes. Fue invadida, ocupada, devastada, vencida. Recibió viajeros que llegaban a la isla movidos por la curiosidad o guiados por el azar; en general, eran gente ilustrada interesada en conocer Ibiza.
En los años 30 del siglo pasado llega a Ibiza una primera ola de visitantes que la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial interrumpirán. A partir de los años 50 la isla se abre a un nuevo despertar turístico fruto del favorable momento internacional y de unas mejores comunicaciones de la isla con el exterior. Acompaña a este resurgir la construcción gradual de más hoteles; hecho que dará paso al llamado primer “boom turístico contemporáneo”.
Casi simultáneamente, en la década de los años 60 aparecen en Ibiza los hippies, aquellos jóvenes que aquí denominábamos “peluts”. Llegan de Europa y América seducidos por la isla, su belleza, la paz y la libertad que se respiraba y que quizás no era más que la indiferencia de los ibicencos hacía los recién llegados; tan exóticos ellos, tan diferentes de nosotros. Como fuera, las dos comunidades pudieron convivir durante años sin conflictos, a veces mirándose de reojo, pero con respeto e incluso con recíproca aceptación.
De golpe todo se trastoca: el movimiento hippy se diluye y un turismo joven, de discoteca, cuando no de borrachera y drogadicción, invade Ibiza que pasa a ser capital mundial del ocio nocturno. Este modelo ha venido ya para quedarse y a él se le ha añadido una nueva tipología: el turismo “glamuroso”, mal denominado de calidad y con gran poder adquisitivo. Nefasta combinación.
La Ibiza actual es el resultado: despersonalizada, masificada, invadida, privatizada y vendida a inversores inmobiliarios, propietarios de discotecas y cadenas hoteleras.
Sobrepasada por la saturación, ha llegado a un punto de no retorno si no lo impedimos
todos juntos.
Ha llegado el momento de diversificar la economía de Ibiza. NO PODEMOS SEGUIR VIVIENDO EXCLUSIVAMENTE DEL TURISMO. Y no es que reneguemos del turismo; de lo que renegamos es de que sea ilimitado, irrespetuoso y excesivo. Nos repiten una y otra vez que vivimos del turismo. ¿Vivimos? No, malvivimos. No le podemos llamar vivir al sometimiento a una marabunta de turismo descontrolado que periódicamente asalta nuestra isla y abre la temporada a la música atronadora, a los psicópatas al volante de coches de lujo, a los atascos infinitos... y todo ello con el beneplácito de las autoridades competentes, que no saben, no ven, no se enteran.
De este turismo deben vivir algunos; otros lo sufrimos. Viven aquellos que se llevan todos los beneficios a paraísos fiscales; los residentes sufrimos la masificación que algunos por codicia nos imponen. La gente de Ibiza no nos enriquecemos con el turismo, más bien al contrario. En la isla del glamour, como la llaman ridículamente algunos, la gente de Ibiza es cada día más pobre y la calidad de vida más exigua.
Hemos pagado un precio demasiado alto para el dudoso privilegio de tener renombre internacional como la isla de la fiesta sin límites, el pasotismo y lo que algunos llaman glamour y otros lo consideramos sólo chabacanería.
Por el camino hemos creado un monstruo que ha engullido nuestra lengua y nuestra cultura, es decir, todo aquello que nos identifica como pueblo. Ha liquidado de la misma manera la agricultura y la pesca, ha agotado los recursos naturales.
También le hemos sacrificado el paisaje, devastado en beneficio de unos pocos por mastodónticos edificios, mansiones de dudosa estética y autopistas desproporcionadas. Al mismo tiempo les hemos dejado privatizar las playas, hoy convertidas en un “beach club” continuo donde los residentes molestamos. Incluso así, como un duende maligno, el monstruo no ha tenido suficiente: los precios desorbitados de la vivienda han hecho que sustituyamos la mano de obra especializada; médicos, profesores y policías por disc jockeys y promotores musicales. No nos olvidemos tampoco de la inestimable complicidad de la Autoridad Portuaria en la destrucción de Ibiza y que ha entregado el Muelle de Ibiza al turismo exclusivo y a sus yates, después de haber desfigurado Botafoc.
No obstante, los ibicencos tenemos que asumir la responsabilidad que nos corresponde del disparate en qué se ha convertido la isla. A menudo hemos mirado hacia otro lado cuando tocaba mirar de frente. Hemos mostrado indiferencia en vez de indignación, nos hemos resignado cuando era necesario luchar y también a menudo hemos dado preferencia a intereses que no tienen ninguna relación con nuestro supuesto amor por la isla. Hoy podemos comenzar a invertir la situación. Hoy nos unimos para deshacer este despropósito. Que nuestra voz se alce alta y clara.