La representación y las referencias de toda índole a algunos animales adquiere un especial interés en el Carnaval. Este es
Hartza, el oso.
El oso es posiblemente uno de los referentes más claros e interesantes, con presencia en abundantes cortejos de Carnaval como en las localidades navarras de Arizkun o Ituren y Zubieta, por citar solamente algunos de los casos. Al parecer el oso toma su nombre de "orsus", comienzo, debido a la tradición a que el osezno en el momento de nacer es informe y su madre debe lamerlo hasta proporcionarle su aspecto.
El oso ocupa dentro del folklore vasco un lugar de gran relevancia. Aunque está considerado como animal devorador, se le erige en protector de aldeas, parajes y animales domésticos, por lo que su culto queda unido al de San Blas. Está considerado como señor de todas las plantas textiles flexibles, que en cierta manera guardan relación con algunos aspectos del Carnaval.
Pero su máximo interés estriba en su condición de animal lunar, por sus apariciones y desapariciones estacionales. En este sentido, su conexión con el Carnaval es total.
Toda Europa mantiene la creencia de que el 2 de febrero el oso sale de la guarida en la que hiberna para observar las condiciones climatológicas y astronómicas. Si la luna está llena, vuelve a su cubil, el invierno todavía se prolongará: pero si ese día abandona su refugio, quiere decir que nos encontramos en la última Luna nueva de Invierno, la Primavera está próxima.
Representando en el Carnaval al oso, que simboliza también la idea de renacimiento tras la muerte, pretendiéndose tal vez, acelerar la llegada de la primavera, la irrupción de las nuevas y renovadas energías.
La creencia popular interpreta que el oso lleva en su vientre las almas de los muertos y por ello se le considera señor de las almas y de y de la caza. Simboliza también el aspecto religioso del inconsciente y de la lujuria, la ira y la gula. Por su simbolismo lunar se le conceden cualidades maternales y femeninas sin olvidar su aspecto terrible y devorador.