El cerebro humano experimenta el enamoramiento igual que una adicción, según investigadores de Estados Unidos que han observado por resonancia magnética qué ocurre en el cerebro de personas que han iniciado hace poco una relación de pareja.
La investigación responde a viejos debates sobre la relación entre amor y sexo. Según resultados publicados el martes en The Journal of Neurophysiology, la atracción física y el enamoramiento son procesos distintos que activan regiones distintas del cerebro. Esto explicaría, según los autores de la investigación, por qué una persona puede encontrar atractivas a múltiples parejas potenciales, pero difícilmente enamorarse de más de una a la vez: la región que procesa el enamoramiento tiende a la monogamia, mientras que la que procesa la atracción física tiende a la poligamia.
Los investigadores -de la Universidad del Estado de Nueva York, la Universidad Rutgers de Nueva Jersey y la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York- han analizado a 10 mujeres y 7 hombres de 18 a 26 años que declararon llevar entre 1 y 17 meses "intensamente enamorados".
Las resonancias magnéticas indican que las regiones del cerebro que se activan cambian a medida que una relación de pareja madura. En las parejas que llevan entre uno y siete meses juntas se observa una hiperactividad en áreas involucradas en las adicciones -sobre todo el área tegmental ventral y el núcleo caudado-. Pero en parejas que llevan más tiempo juntas empieza a activarse el pálido ventral, que parece vital para establecer relaciones duraderas.
El estudio muestra que, a medida que pasan los meses y unas áreas del cerebro se activan, otras se desactivan. Esto explicaría por qué una relación duradera y gratificante no impide que una pareja pueda verse sorprendida por un enamoramiento imprevisto: mientras el área del cerebro que garantiza la relación estable permanece activa, la habitación de la pasión, en el área tegmental ventral, se encuentra disponible.
Pero el resultado que los autores de la investigación consideran más relevante es que el enamoramiento no es una emoción sino más bien una adicción. "No hemos encontrado ningún patrón emocional consistente", declara Arthur Aron, codirector de la investigación de la Universidad del Estado de Nueva York, en un comunicado. Las emociones del enamoramiento, advierte Aron, pueden oscilar de manera caótica entre la euforia, la ansiedad, el enfado, la tristeza o la alegría. Por el contrario, "todos nuestros voluntarios mostraron una actividad intensa en las regiones de motivación y recompensa del cerebro". Estas regiones son las mismas que se activan en las adicciones.
Igual que en una adicción, los investigadores han observado que el enamoramiento se asocia a intensas descargas de dopamina en el centro del cerebro.
Y otro punto en común con las adicciones: cuando una persona que se encuentra en esta fase efervescente es rechazada por su pareja, presenta un patrón de actividad cerebral similar al de un síndrome de abstinencia, según un nuevo estudio del mismo equipo de investigación difundido por The New York Times. Este síndrome de abstinencia explicaría por qué muchas rupturas, más que inhibir el deseo de estar con la otra persona, lo acrecientan.
Ignasi Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), recordó ayer que los estudios de Samir Zeki y Andreas Bartels en el Colegio Universitario de Londres han mostrado una inhibición de la actividad del córtex prefrontal -la principal sede de la racionalidad en el cerebro- en personas que declaran estar muy enamoradas. "Por lo tanto, parece hacer falta una cierta irracionalidad para el enamoramiento", señaló.
Las principales áreas del cerebro involucradas en el enamoramiento trabajan a nivel inconsciente y son comunes a todos los mamíferos. Los autores del estudio recuerdan además que hay una especie de ratones de las praderas que establecen relaciones monógamas duraderas gracias a la activación de la misma área del cerebro que las personas.
Todo ello apunta a que "el enamoramiento es posiblemente un tipo de impulso básico de los mamíferos para optimizar el proceso de apareamiento", afirma Helen Fisher, codirectora del estudio. Lo cual, sin embargo, no significa que la experiencia del enamoramiento sea igual en la especie humana que en otros mamíferos, ya que el cerebro humano tiene una capacidad de ser consciente del proceso superior al de cualquier otra especie. Y tampoco significa, advierten los investigadores, que el enamoramiento pueda reducirse a los procesos fisiológicos que se observan en las resonancias magnéticas, ya que es un fenómeno complejo condicionado por influencias culturales.
La investigación responde a viejos debates sobre la relación entre amor y sexo. Según resultados publicados el martes en The Journal of Neurophysiology, la atracción física y el enamoramiento son procesos distintos que activan regiones distintas del cerebro. Esto explicaría, según los autores de la investigación, por qué una persona puede encontrar atractivas a múltiples parejas potenciales, pero difícilmente enamorarse de más de una a la vez: la región que procesa el enamoramiento tiende a la monogamia, mientras que la que procesa la atracción física tiende a la poligamia.
Los investigadores -de la Universidad del Estado de Nueva York, la Universidad Rutgers de Nueva Jersey y la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York- han analizado a 10 mujeres y 7 hombres de 18 a 26 años que declararon llevar entre 1 y 17 meses "intensamente enamorados".
Las resonancias magnéticas indican que las regiones del cerebro que se activan cambian a medida que una relación de pareja madura. En las parejas que llevan entre uno y siete meses juntas se observa una hiperactividad en áreas involucradas en las adicciones -sobre todo el área tegmental ventral y el núcleo caudado-. Pero en parejas que llevan más tiempo juntas empieza a activarse el pálido ventral, que parece vital para establecer relaciones duraderas.
El estudio muestra que, a medida que pasan los meses y unas áreas del cerebro se activan, otras se desactivan. Esto explicaría por qué una relación duradera y gratificante no impide que una pareja pueda verse sorprendida por un enamoramiento imprevisto: mientras el área del cerebro que garantiza la relación estable permanece activa, la habitación de la pasión, en el área tegmental ventral, se encuentra disponible.
Pero el resultado que los autores de la investigación consideran más relevante es que el enamoramiento no es una emoción sino más bien una adicción. "No hemos encontrado ningún patrón emocional consistente", declara Arthur Aron, codirector de la investigación de la Universidad del Estado de Nueva York, en un comunicado. Las emociones del enamoramiento, advierte Aron, pueden oscilar de manera caótica entre la euforia, la ansiedad, el enfado, la tristeza o la alegría. Por el contrario, "todos nuestros voluntarios mostraron una actividad intensa en las regiones de motivación y recompensa del cerebro". Estas regiones son las mismas que se activan en las adicciones.
Igual que en una adicción, los investigadores han observado que el enamoramiento se asocia a intensas descargas de dopamina en el centro del cerebro.
Y otro punto en común con las adicciones: cuando una persona que se encuentra en esta fase efervescente es rechazada por su pareja, presenta un patrón de actividad cerebral similar al de un síndrome de abstinencia, según un nuevo estudio del mismo equipo de investigación difundido por The New York Times. Este síndrome de abstinencia explicaría por qué muchas rupturas, más que inhibir el deseo de estar con la otra persona, lo acrecientan.
Ignasi Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), recordó ayer que los estudios de Samir Zeki y Andreas Bartels en el Colegio Universitario de Londres han mostrado una inhibición de la actividad del córtex prefrontal -la principal sede de la racionalidad en el cerebro- en personas que declaran estar muy enamoradas. "Por lo tanto, parece hacer falta una cierta irracionalidad para el enamoramiento", señaló.
Las principales áreas del cerebro involucradas en el enamoramiento trabajan a nivel inconsciente y son comunes a todos los mamíferos. Los autores del estudio recuerdan además que hay una especie de ratones de las praderas que establecen relaciones monógamas duraderas gracias a la activación de la misma área del cerebro que las personas.
Todo ello apunta a que "el enamoramiento es posiblemente un tipo de impulso básico de los mamíferos para optimizar el proceso de apareamiento", afirma Helen Fisher, codirectora del estudio. Lo cual, sin embargo, no significa que la experiencia del enamoramiento sea igual en la especie humana que en otros mamíferos, ya que el cerebro humano tiene una capacidad de ser consciente del proceso superior al de cualquier otra especie. Y tampoco significa, advierten los investigadores, que el enamoramiento pueda reducirse a los procesos fisiológicos que se observan en las resonancias magnéticas, ya que es un fenómeno complejo condicionado por influencias culturales.