'El código Da Vinci' decepciona en su estreno ante la crítica reunida en Cannes
Los episodios de Isabel Coixet y los hermanos Coen destacan en la película colectiva 'Paris, je t'aime'
Las dos primeras proyecciones del filme de Ron Howard se saldaron con silencio, silbidos y algunas carcajadas
LLUÍS BONET MOJICA - 18/05/2006
Cannes. Enviado especial
La apuesta de inaugurar el festival de Cannes con
El código Da Vinci se anticipaba arriesgada, y una sola palabra define el resultado: decepción.
La primera proyección para la prensa, la noche del martes, se saldó con un silencio sepulcral y algunos silbidos, al término de las dos horas y media que dura la película. No faltaron carcajadas cuando se revelan -este cronista no puede ser más explícito, por mucho que la novela de Dan Brown sea un best séller- los antecedentes divinos de la criptóloga Sophie Neveu, encarnada por Audrey Tatou. En la segunda proyección, para los medios informativos, tampoco hubo ayer ningún aplauso.
Ron Howard, aquel niño prodigio que en
El noviazgo del padre de Eddie, la comedia de Vincente Minnelli, escogía la mujer con la que su padre viudo (el hoy nonagenario Glenn Ford) debía casarse, no practica el cine de autor (paradigma del festival de Cannes), pero es un artesano muy competente y hasta inspirado. Basta con pensar en
Una mente maravillosa y la más reciente
Cinderella man. En
El código Da Vinci, Howard, que prepara ahora un remake (¿otra herejía?) de
Al Este del Edén, no tiene por supuesto ninguna capacidad de elipsis, y el desbordante metraje de la película acaba por sepultar al paciente espectador. Forrest Gump (bueno, Tom Hanks, que ha cobrado 20 millones de dólares más un porcentaje de los beneficios) y Amélie (Audrey Tatou, claro) no consiguen levantar la función. Ella, con sus muecas; él, experto en simbología religiosa, mostrando siempre cara de póquer. Bastante fiel al original literario de Dan Brown, salvo en lo que respecta al primer contacto del jefe de policía francés (Jean Reno) con Robert Langdon (Hanks) y al último tramo de la película, la iconografía es incluso brillante en sus saltos al pasado, pero pocas veces levanta el vuelo.
Por otra parte, la película de episodios
Paris, je t´aime, con historias cortas ambientadas en distintos barrios parisinos, ha inaugurado la sección Una Cierta Mirada. De los 20 episodios (el inicialmente proyectado por Julio Medem cayó por el camino), dos destacan poderosamente. El de la cineasta catalana Isabel Coixet y el de los hermanos Coen, habitado por uno de sus actores fetiche, Steve Buscemi, aquí en el papel de turista norteamericano víctima de la insania amorosa en el metro de París. El episodio de Isabel Coixet muestra a un marido (el actor y ocasional director italiano Sergio Castellito) que cita a su esposa en un restaurante para comunicarle que se ha enamorado de otra mujer (Leonor Watling). Pero ella se anticipa mostrándole el resultado del análisis clínico que acaba de entregarle su médico (Javier Cámara): sufre leucemia y le quedan pocos meses de vida. Aquella esposa a la que nunca había amado del todo se transforma, para el consorte, en la obsesión amorosa de su vida.